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3 DE FEBRERO BATALLA DE CASEROS

Publicado por MTRUFFE, 03 de Febrero de 2015, 07:08:16 AM

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MTRUFFE

La Batalla de Caseros


El 2 de febrero de 1852 el ejército del General don Justo José de Urquiza atravesó el río de Las Conchas por el puente de Márquez y sus cercanías. En la tarde pasó el descanso próximo al arroyo Morón. La exploración había comprobado la presencia de numerosas tropas enemigas en las alturas de Caseros.

El choque decisivo era inevitable para el día siguiente.

En la noche del 2 de febrero se reunieron con el General Rosas, el General Pinedo y los Coroneles Chilavert, Díaz, Lagos, Costa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza.

El Coronel Chilavert aconsejaba no librar la batalla en la posición de Caseros, pero dado lo avanzado de la noche no podía llevarse a cabo un audaz plan propuesto por este coronel.

A las 2200, Rosas, en compañía de los jefes mencionados, se dirigió a Caseros a efectos de disponer sobre el terreno la colocación de los cuerpos para la batalla.

Seguido de sus edecanes y ayudantes, el General Rosas llegó a la casa de Caseros y subió al mirador del edificio. Desdeallí se podía fijar la posición del campamento enemigo por el fuego de algunos vivaques que brillaban en la semioscuridad de la noche. Un silencio profundo reinaba en el campo. 47.000 combatientes reposaban tranquilamente a ambas márgenes del arroyo Morón.

Mientras tanto, en una de las habitaciones de la casa se habían reunido el General Pinedo, los Coroneles Chilavert y Díaz y otros jefes con sus ayudantes, para ultimar los detalles, croquis y órdenes para la batalla.

El General Rosas se mostró muy contento. No durmió aquella noche.

Poco antes del amanecer, el ejército de Urquiza se aprestó para el ataque, y con las primeras luces del alba se dio lectura a la lacónica y vibrante proclama del general en jefe:

" ¡ Soldados ! ¡ Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria ! "

" ¡ Soldados! ¡ Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir !

" Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo. Justo José de Urquiza."


El General Urquiza destacó a los Regimientos de Caballería correntinos, a órdenes del Coronel Virasoro, para distraer la atención del adversario sobre el opuesto flanco derecho, mientras, simultáneamente, el Ejército Grande cruzaba a la margen opuesta del arroyo Morón.

Rosas, a simple vista, desde el mirador de Caseros observaba el pasaje de las columnas enemigas.

Cruzado el arroyo por los primeros escalones de la caballería, Urquiza hizo lo propio seguido de su Estado Mayor.

A las 0730 el ejército había tendido su línea de batalla a un kilómetro de distancia del enemigo.

Las tropas de ambos ejércitos habían vestido el uniformede gala para entrar en batalla.

El Ejército Libertador había distribuido sus 24.000 hombres y 50 piezas de artillería en el orden siguiente: en el ala izquierda y frente al edificio de Caseros, la División Oriental; en el centro,  la brigada argentina de Rivero y la masa de la artillería ( 28 piezas), al mando de Pirán, teniendo a sus órdenes a Mitre y a Bernabé Castro; en la derecha, 5 batallones mandados por Galán y las Divisiones de Caballería de Medina, Galarza, Avalos y Gregorio Aráoz de Lamadrid, a disposición del Comandante en Jefe. A retaguardia del ala izquierda, la reserva formada por las Divisiones de Caballería de López y Urdinarrain.

Rosas había desplegado en batalla 23.000 hombres, 56 piezas de artillería y 4 coheteras. La derecha se apoyaba en el edificio de Caseros, el cual era defendido por el batallón del Teniente Alcaldes y sostenido por el fuego de l0 piezas de artillería. Al Norte del edificio se había organizado un martillo con un grupo de carretas, un foso y 2 batallones, teniendo, además, 2 Regimientos de Caballería como reserva de esa ala.

El espacio entre las casas y el palomar era guarnecido por 2 batallones con algunas piezas. En el centro de la posición había 30 piezas de artillería a órdenes de Chilavert y hacia la izquierda 3 batallones de la brigada Díaz. En el ala izquierda, 3 divisiones de caballería a órdenes del Coronel Lagos, teniendo 2.000 lanceros formados en batalla y fuertes columnas de ataque. La reserva la constituían las divisiones de caballería de Sosa y Bustos.

Entre las 0800 y las 0900 el General Urquiza, después de comunicar a sus jefes principales sus órdenes e intenciones, montando su caballo moro y cubierto con un poncho blanco para mostrarse desde lejos en la pelea, se colocó a la cabeza de su Estado Mayor. Al llegar frente a la infantería de Galán, proclamó a sus soldados:

­ ¡ Soldados del Ejército Grande: detrás de aquella línea se halla la Constitución de la República y la libertad de la Patria !



A las 0800 el General Rosas descendió de su observatorio, montó a caballo y recorrió sus líneas. Al llegar al centro de la posición ordenó al Coronel Chilavert:

- Coronel, sea usted el primero que rompa sus fuegos contra los imperiales que tiene a su frente. Sostúvose en seguida un vivo fuego con las baterías aliadas del centro. El humo de los disparos ocultaba las masas de infantería desplegadas para el ataque.

A las 1000, el General Urquiza apreció la conveniencia de lanzar la masa de su caballería contra el ala izquiera enemiga. A su orden, la División Medina, formada en escalones y sostenida a retaguardia por las divisiones Galarza y Avalos, avanzó de. frente y resueltamente contra los lanceros del Coronel Lagos, mientras la División Lamadrid, escaloneándose más a la derecha, buscaba el envolvimiento profundo de la misma ala. A pesar de que la División Medina, al iniciar su movimiento encontró una cañada cenagosa que le impuso una detención momentánea seguida de un cambio de formación y que todavía algunos de sus escuadrones fueron rechazados con pérdidas, el final de la carga fue el más completo y favorable. Deshecha esa fuerza, aparecieron al flanco las divisiones rosistas Sosa y Bustos, enviadas por Rosas, a escape, para restablecer el combate, pero las divisiones Galarza y Avalos les salieron al encuentro y las arremetieron vigorosamente, desbandándose la caballería enemiga casi sin combatir.

Batida esta ala enemiga, la caballería aliada quedaba lista para maniobrar sobre el flanco y la retaguardia de la posición rosista.

La División Oriental a órdenes del Coronel don César Díaz se puso entonces en movimiento hacia el edificio de Caseros. Esta división hizo a tiro de fusil de las posiciones enemigas un alto que las amenazaba. La División de Caballería de Urdinarrain, que apoyaba el ataque, la siguió en la misma dirección y se colocó a su izquierda en acecho dentro de un bosquecillo. La batería de Vedia hizo lo propio, rompiendo el fuego contra el reducto enemigo.

Los rosistas de las fortificaciones de las carretas se dierona la fuga en cuanto el Batallón Voltígeros, de la División Oriental, inició su ataque. Sólo los infantes, parapetados en el edificio, ofrecieron resistencia, la que fue quebrada por este batallón; Santa Coloma intentó acometer a los infantes de la División Oriental, pero los lanceros de Urdinarrain, que la apoyaban, dieron una soberbia carga que los devolvió al instante.

Una División , mientras tanto, tomaba por asalto los reductos formados por la casa, el torreón y el palomar, cayendo en su poder la artillería que los guarnecía y 3 baterías emplazadas más a la izquierda. Al mismo tiempo, la brigada  Rivero había chocado contra los batallones de las Divisiones Costa y Hernández, arrollándolas y penetrando a la bayoneta en el interior de la posición.

La brigada del Coronel Díaz, apoyada por el fuego de los cañones de la batería Chilavert; pretendía prolongar una resistencia ya inútil. En ese instante el campo de batalla era un infierno y daba, épica grandeza al drama que allí culminaba: la caída del tirano que había afligido durante 20 años a la República Argentina.

A las 1400 se rendían las últimas agrupaciones rosistas.

El Ejército Libertador hizo su entrada triunfal en BuenosAires el 20 de febrero. La ciudad, vibrante de emoción, estaba de fiesta. Una muchedumbre habíase volcado en las calles a presenciar el paso de las tropas que se realizaría a lo largo de las calles Perú 1, entre el campo de Marte2 y la de la Vic-toria, donde se había erigido un arco triunfal.

El desfile comenzó a mediodía. Iban como batidores de la columna los clarines de la escolta entrerriana. Tras ellos, el General don Justo José de Urquiza, con el uniforme de Caseros, galera y cintillo punzó, jinete en su brioso caballo moro cubierto de plata, acompañado por un fulgente Estado Mayor.

Tenía a su diestra al Mayor General del Ejército y gobernador de Corrientes don Benjamín Virasoro, y a su izquierda, al General don Tomás Guido, guerrero de la Independencia, colaborador eminente de los Generales San Martín y Bolívar. Seguían los Generales Pirán, Madariaga, Francia, Medina, don Juan Pablo López, Oroño, su ayudante, el Coronel Chenaut, y sus secretarios, los doctores don Angel Elías y don Juan Francisco Seguí.

Tres futuros presidentes de la República marchaban en la columna de la victoria: Urquiza, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento; tras ellos otros tantos inéditos soldados que alcanzaron los entorchados de la más alta jerarquía, de soldados rasos a tenientes generales: don Bartolomé Mitre, don Donato Alvarez, don Eustoquio Frías. En pos de ellos, el célebre " cometa de Ayacucho", que tocara allí su última carga a los Granaderos a Caballo, Comandante Obregoso. A la cabeza de las tropas venía la infantería argentina a las órdenes de Galán. Después, la División Oriental, al mando del Coronel don César Díaz.
El desfile continuó sin cesar hasta el oscurecer. A la infantería le siguió el tren de artillería imperial y las 40 piezas argentinas a órdenes de Pirán, Mitre y don Bernabé Castro.

Tras ellos, en un desfile incesante que duró tres horas, pasaron los 10.000 jinetes de las legiones entrerrianas y correntinas, a cuya cabeza iban los más famosos lanceros de la caballería de la Patria: los Galarza, Hornos, Basavilbaso, Virasoro, Urdinarrain, Avalos, Salazar, López Jordán, Leguizamón y Ocampo.

Y, por último, a la cabeza de los 5.000 soldados de caballería restantes, el viejo General don Gregorio Aráoz de Lamadrid, quien al desembocar sobre la Plaza de la Victoria, fue desmontado en brazos de un pueblo delirante y llevado en andas hasta el pie del altar de la Patria. El oficial de Belgrano se arrodilló besando las gradas de la Pirámide de Mayo. Al incorporarse descubrióse ante el pueblo que lo vitoreaba sin cesar; no podía hablar, pero se le vio llorar.


1 Hoy calle Florida.

2 Hoy Plaza San Martín.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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LA BATALLA DE CASEROS  El ejército invasor, fuerte de 25.000 hombres, al mando de Urquiza, estaba compuesto por fuerzas brasileras, uruguayas, entrerrianas y correntinas. Participaba Mitre, como oficial oriental y con escarapela extranjera y Sarmiento como boletinero del ejercito, vestido con uniforme francés. (Ver La polémica Mitre-Alberdi )
Mitre se incorpora a las tropas uruguayas del "ejército grande", recomendado por los generales Juan Gregorio de Las Heras y Eugenio Garzón, y siendo aceptado por Urquiza, se incorpora al frente de una batería uruguaya, al mando del coronel Pirán.
La historia oficial mitrista habla del heroico comportamiento de Mitre, que con su acción inclinó la balanza de la batalla al favor del invasor, con prescindencia del general en jefe, Urquiza, a quien de esta forma le resta mérito.
Alfredo de Urquiza, que investigó los hechos no llega a la misma conclusión:
"Vive en Entre Ríos un anciano coronel Espíndola, a quien en otro tiempo le oí decir que en Caseros encontró al comandante Mitre, con su batería, detrás de un monte y que habiéndole preguntado por lo que allí hacia, Mitre le contestó: Estoy economizando sangre" (Alfredo F. de Urquiza. "Campañas de Urquiza. Rectificaciones y ratificaciones históricas. Buenos Aires. 1924) (AGMK.PLA.p.301)
La historia oficial calla el hecho de que fue una invasión extranjera, rechazada por el grueso de la población de la campaña.
"...en la noche del 1° de febrero se pasaron de los aliados al campamento de Santos Lugares como 400 hombres, los cuales fueron recibidos entre las aclamaciones de sus antiguos compañeros. El mismo espíritu de decisión a favor de Rozas mostraba las poblaciones de Buenos Aires, movidas por cierto atavismo encarnado en sentimientos enérgicos, que vivían al calor del esfero común iniciado en la adversidad e incontrastablemente mantenido entre los rudos vaivenes de la lucha. Los que formaban en el ejército creían defender el honor nacional contra un extranjero que invadía la patria. ¿Sería esto pura poesía? Es la poesía del honor, el cual no tiene más que un eco para la conciencia individual. Las gentes de las campañas no veían más que el hecho inaudito de la invasión del imperio del brasil y rodeaban a Rozas en quien personificaban la salvación de la patria."(Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina.t.III.p.345.Eudeba.Bs.As.1978)
El jefe de la división oriental del ejército aliado general Cesar Díaz: "Los habitantes de Luján manifestaban hacia nosotros la misma estudiada indiferencia que los del Pergamino; y a los signos exteriores que con estos habían hecho conocer su parcialidad por Rozas. Agregaban otras acciones que denotaban con bastante claridad sus sentimientos. Exageraban el número y calidad de las tropas de Rozas, traían a la memoria todas las tempestades políticas que aquel había conjurado, y tenían por cosa averiguada que saldría también victorioso del nuevo peligro que lo amenazaba" (Memorias. Cit. por A. Saldias. Hist. de la Confederación Argentina)
Aunque tarde, el mismo Urquiza antes de la batalla se dio cuenta del error que estaba cometiendo. El mismo general Díaz relata las impresiones de Urquiza cuando concurre a su campamento: "Fui a visitar – dice Díaz - al general Urquiza y lo encontré en la tienda del mayor general. Se trató primero de la triste decepción que acabábamos de experimentar respecto del espíritu de que habíamos supuesto animado a Buenos Aires. Hasta entonces no se nos había presentado un pasado." "Si no hubiera sido, dijo el general, el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme aliado a Rozas, porque estoy persuadido que su nombre es muy popular en esta país." Y el general Díaz agrega: "Si Rozas era públicamente odiado, como se decía, o más bien, si ya no era temido, ¿Cómo es que dejaban escapar tan bella ocasión de satisfacer sus anhelados deseos? ¿Cómo es que se les veía hacer ostentación de un exagerado celo en defensa de su propia esclavitud? En cuanto a mi, tengo una profunda convicción, formada por los hechos que he presenciado, de que el prestigio del poder de Rozas en 1852 era tan grande, o talvez mayor, de lo que había sido diez años antes, y que la sumisión y aún la confianza del pueblo en la superioridad de su genio no le habían jamás abandonado." (Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. t.III.p.345.Eudeba.Bs.As.1978)
El general en jefe del ejército federal, Pacheco, con órdenes y contraórdenes dudosas, permite que el ejército invasor, al mando de Urquiza, avance sin inconvenientes hasta Morón. Retrocede las tropas federales dejando sin apoyo a Hilario Lagos. Cuando Urquiza repasa el arroyo de Márquez casi sin ser molestado, Rosas, irritado ante Reyes dirá "Si no puede ser, si no puede ser que el general Pacheco desobedezca las órdenes del gobernador de la provincia".
Las actitudes contradictorias de Pacheco difícilmente puedan atribuirse a inexperiencia, y se sospecha de traición y entendimiento con Urquiza. Inexplicablemente Rosas conserva en su puesto a Pacheco, hasta que renuncia la tarde anterior a la batalla: "está loco" - dice Rosas - "Pacheco está loco"
La noche del 31 de enero de 1852 se reúnen los jefes federales para discutir la situación. Ya que Urquiza declara que él hace la guerra exclusivamente a Rosas, algunos proponen el retiro de Rosas y proponerle a Urquiza que desaloje e los brasileros del territorio nacional y retroceda su ejército, pero la mayoría sostuvo que sería deshonroso para las armas de la paria esto que parecería una capitulación ante los imperiales. Enterado Rosas de lo sucedido la noche del 31 de enero, dijo que no haría cuestión de su persona ni de su cargo si los jefes resolvían en ese sentido, si bien apelaría como simple ciudadano a la opinión de la provincia para desalojar a los imperiales invasores. "En caso contrario su honor y sus deberes de gobernante lo llamaban a dirigir la batalla a que lo obligaba el ejército invasor". Prevalece esta última resolución.

Toma entonces la palabra Chilavert. (Adolfo Saldías reconstruye sus palabras sobre la de informes verbales del coronel Bustos, uno de los jefes presentes). Comenzó diciendo que el bien de la patria podría llevar al hombre mejor intencionado hasta donde el deber inflexible del honor se levantase para condenarlo. Que el deber de defender la patria como el amor a la siempre, siempre bendita madre, no se discutía en su inexorable indivisibilidad; porque de discutirse, los sagrados vínculos del corazón que forman la esencia de la vida y los eternos preceptos de la moral, quedarían a merced de los más protervos para violarlos y para enseñar a violarlos. Que tanto era así que sus nobles compañeros habían vuelto sobre una resolución que creyeron digna, a impulsos del honor patrio. Que pensaba pues que no había discusión sobre si se debía combatir. Que él no sabría donde esconder la espada si había de envainarla sin combatir con el enemigo que estaba enfrente. Que en cuanto a él, acompañaría al gobierno de su patria hasta el último instante; porque así era cien veces gloriosa para él la muerte al pié de sus cañones combatiendo, como cien veces vergonzoso las concesiones de un enemigo que se creía vencedor cuanto por boca de aquellos debía resonar todavía la gran voz de la patria, la voz del honor. "La suerte de las armas – agregó Chilavert – es variable como los vuelos de la felicidad que el viento de un minuto lleva del lado que menos se pensó. Si vencemos, entonces yo me hago el eco de mis compañeros de armas para pedirle al general Rozas que emprenda inmediatamente la organización constitucional. Si somos vencidos, nada pediré al vencedor; que soy suficientemente orgulloso para creer que él pueda darme gloria mayor que la que puedo darme yo mismo, rindiendo mi último aliento bajo la bandera a cuya honra me consagré desde niño."
Las sentidas palabras de Chilavert provocaron el entusiasmo de sus compañeros por la defensa del honor de sus armas. Por su parte Rosas alargándole la mano le dijo:
"Coronel Chilavert, es usted un patriota; esta batalla será decisiva para todos. Urquiza, yo o cualquier otro que prevalezca, deberá trabajar inmediatamente la Constitución nacional sobre las bases existentes. Nuestro verdadero enemigo es el Imperio del Brasil, porque es Imperio"
Luego Chilavert analiza las posiciones de ambos ejércitos y evalúa las acciones a seguir: "Urquiza, en vez de conservar su comunicación con la costa norte con la escuadra brasilera y, por consiguiente, con las fuerzas brasileras que guarnecen la Colonia, ha cometido el error de internarse por la frontera oeste de Buenos Aires, aislándose completamente de sus recursos y sin asegurar la retirada en caso de un desastre. Probablemente, al proceder de un modo tan contrario a la estrategia, se ha dejado arrastrar demasiado de la seguridad que le daban de que las poblaciones y la opinión se pronunciarían a favor de los aliados a medida que estos avanzasen, dejando a su retaguardia poderosos auxiliares de su cruzada. Pero no sabemos de un solo pronunciamiento a favor de los enemigos: por lo contrario, desde que pasó el Paraná hasta el día de ayer, y por regimientos, por escuadrones y por partidas más o menos numerosas, se han pasado del enemigo a nuestro campo aproximadamente 1.500 hombres. El enemigo está frente a nosotros, es cierto, pero está completamente aislado, en un centro que le es hostil, en una posición peligrosísima para un ejército invasor, y de la cual nos debemos aprovechar. Cuantos más días transcurran tanto más fatales serán para el enemigo cuyas filas se clarearán por la deserción"
Agrega Chilavert que "Pienso que no debemos aceptar la batalla de mañana como tendrá que suceder si nos quedamos aquí, que, por el contrario nuestras infanterías y artillerías se retiren rápidamente esta misma noche a cubrir la línea de la ciudad, tomando las posiciones convenientes; que, simultáneamente, nuestras caballerías en numero de 10.000 hombres salgan por la línea del norte hasta la altura de Arrecifes y comiencen a maniobrar a retaguardia del enemigo, corriéndose una buena división hacia el sur para engrosarse con las fuerzas de este departamento, y manteniendo la comunicación con las vías donde pueden llegarnos refuerzos del interior. Es obvio que el enemigo no tomará por asalto la ciudad de Buenos Aires ni cuenta con los recursos necesarios para intentarlo con probabilidades serias, ni los brasileros consentirían en marchar a un sacrificio seguro. Y entonces una de dos: o el enemigo avanza y pone sitio a la ciudad, o retrocede hacia la costa norte a dominar esta línea de sus comunicaciones y en busca de sus reservas estacionadas en la costa oriental. En el primer caso militan con mayor fuerza las causas que deben destruirlo irremisiblemente. En el segundo caso, nosotros quedamos mucho mejor habilitados que ahora para batirlo en marcha y en combinación con nuestras gruesas columnas de caballería a las que podremos colocar ventajosamente. Y en el peor de los casos, no somos nosotros sino el enemigo quien pierde con la operación que propongo, pues para nosotros los días que transcurren nos refuerzan y a él lo debilitan" (Adolfo Saldias. Historia de la Confederación Argentina. t.III.p.348. Eudeba.Bs.As.1978)
El plan de Chilavert además protegía a la ciudad de un probable ataque de los 4000 mercenarios alemanes al servicio de brasil, que esperaban su oportunidad en Colonia.
Las opiniones de Chilavert eran incluso compartidas por algunos jefes, mientras otros preferían dar la batalla. El propio Rosas lo asemejaba a la situación de 1840 cuando Lavalle tuvo que retrotraer fatalmente desde las puertas de Buenos Aires. No obstante esta opinión, Rosas decide dar la batalla y esa misma noche recorre el campo con los jefes para determinar las posiciones. "El general – dice el mayor Reyes – se mostró muy conforme del modo que se habían expresado los coroneles Díaz y Chilavert, agregando que a pesar de estar muy satisfecho de la exactitud de las observaciones de ambos, era necesario dar la batalla al día siguiente si el enemigo atacaba como lo creía" ¿Fue un error de Rosas, el jugarse al todo o nada en una batalla, en vez de seguir la táctica propuesta por Chilavert? ...nadie puede decirlo.
Dispuestos los ejércitos sobre el campo de Caseros, Rosas recorre sus líneas entre aclamaciones y se detiene en el centro, dirigiéndose a Chilavert "Coronel, sea usted el primero que rompa sus fuegos contra los imperiales que tiene a su frente" Es evidente que para Rosas, era la guerra contra el Imperio... Y tenía razón.
Se combate encarnizadamente durante el día, con resultados dispares para ambos ejércitos. Finalmente, destruida el ala izquierda del ejecito federal, y dispersa el ala derecha, Rosas comprende su derrota, y acordándose de Chilavert ordena el repliegue del centro del ejército hacia la ciudad. Se da el hecho singular que durante la maniobra, un disperso pasa al galope frente a Rosas, que pide al trompa "Déme la boleadoras"y midiéndolas con los brazos extendidos, las lanza boleándole las patas delanteras del caballo del soldado que huía: "todavía tengo buen pulso".
El ejército invasor intenta envolver el centro en retirada, contra la muralla que representan los coroneles Díaz y Chilavert. Este dispara hasta sus últimas municiones de artillería contra las columnas brasileras, haciendo inclusive juntar los proyectiles del campo. Ya sin municiones, apoyado en uno de los cañones, fuma displicentemente esperando que vinieran a hacerlo prisionero. No se estaba rindiendo. Solamente aceptaba el resultado de la contienda.
Se da un hecho singular: al tomar los aliados el hospital, asesinan al médico Claudio Mamerto Cuenca, que no siendo federal, asistía a los heridos.
Rosas con una guardia se retira del campo, en dirección a Matanzas. En un momento gira a la izquierda y en un recodo aparece otra fuerza enemiga. Luego de un nutrido tiroteo y rechazados los perseguidores, Rosas ordena a los soldados que se dispersen. Con su asistente llega hasta el estanco de Montero, al sudoeste de puente Alsina, y de ahí hasta el Hueco de los Sauces, hoy plaza 29 de noviembre, donde se apea y redacta su renuncia:
"Señores representantes: Es llegado el caso de devolveros la investidura de gobernador de la provincia y la suma del poder con que os dignasteis honrarme, Creo haber llenado mi deber como todos los señores Representantes, nuestros conciudadanos, los verdaderos federales y mis compañeros de armas. Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y nuestro honor es porque más no hemos podido. Permitidme, H.H.R.R. que al despedirme de vosotros, os reitere el profundo agradecimiento con que os abrazo tiernamente; y ruego a Dios por la gloria de V.H. de todos y cada uno de vosotros. Herido en la mano derecha y en el campo, perdonad que os escriba con lápiz esta nota y de una letra trabajosa. Dios guarde a V.H."



Caseros fue la victoria del traidor, fue una invasi[on extranjera

Muchos tendrían que revisar sus prioridades, su humanidad y su solidaridad (que no es lo mismo que caridad)
La patria es el otro

MTRUFFE

Caseros fue la victoria del traidor, fue una invasi[on extranjera


Exacto ese , ese es el punto de vista de BUENOS AIRES  para quienes LA CONFEDERACION ARGENTINA era un pais extranjero-- y esto es lo que piensan  hasta el dia de hoy, que los negros de mier..  los cabezitas los indios no merecen nada ,por esolas provincias sobran.
Estaba recopilando material para explicar bien todo lo de URQUIZA y su obra ycorregir la" VERSION OFICIAL" que vos desarrollas que es en realidad la version PORTEÑA pero no vale la pena confrontar por AGUAS PASADAS
Sigamos con los que nos toca vivir hoy - que no es facil para todos
PAZ Y AMOR


:karate07: ;) :clap2: :clap2: :clap2:
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Uni Azul

Paz y amor para vos tambien, pero lee arriba, yo lo repito, y no es la historia oficial, yo siempre leo revisionistas

:kiss:

Muchos tendrían que revisar sus prioridades, su humanidad y su solidaridad (que no es lo mismo que caridad)
La patria es el otro

maxi_o

Cita de: MTRUFFE en 04 de Febrero de 2015, 05:23:16 PM
Caseros fue la victoria del traidor, fue una invasi[on extranjera


Exacto ese , ese es el punto de vista de BUENOS AIRES  para quienes LA CONFEDERACION ARGENTINA era un pais extranjero-- y esto es lo que piensan  hasta el dia de hoy, que los negros de mier..  los cabezitas los indios no merecen nada ,por esolas provincias sobran.
Estaba recopilando material para explicar bien todo lo de URQUIZA y su obra ycorregir la" VERSION OFICIAL" que vos desarrollas que es en realidad la version PORTEÑA pero no vale la pena confrontar por AGUAS PASADAS
Sigamos con los que nos toca vivir hoy - que no es facil para todos
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Entiendo que cuando se habla de "invasión extranjera" se habla de que la mayoría del Ejercito Grande era de nacionalidad brasilera. De hecho, la batalla de Caseros no fue de porteños contra el resto de la Confederación, al contrario, había mas argentinos de otras provincias que porteños, y en el Ejercito Grande estaban precisamente aquellos que de modo racista profundizaron la diferencia entre porteños y el resto de los argentinos-me refiero a Mitre y a Sarmiento, precisamente

Uni Azul

Satamente Maxi, me olvide de volver a pasar por este tema

Muchos tendrían que revisar sus prioridades, su humanidad y su solidaridad (que no es lo mismo que caridad)
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