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Rossana Julieta

Publicado por David Gómez Salas, 19 de Mayo de 2016, 12:23:50 PM

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David Gómez Salas


Rossana Julieta © David Gómez Salas
Soconusco Anthology
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Rossana Julieta fue hija de Gina una italiana que se mudó a vivir al Soconusco, en los años en que sucedió la segunda guerra Mundial.  Rossana Julieta se casó con un "bolo" costeño de nombre José Manuel. En la costa de Chiapas se le dice bolo al borracho, ebrio o beodo.
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José Manuel bebía alcohol de tiempo completo por lo que cada peso que ganaba, lo gastaba en su vicio. Así que nunca tenía dinero para pagar la renta de una casa y mucho menos para comprarla. A Rossana Julieta no le quedó otro camino que mudarse vivir a casa de su madre Gina, ahí podía hacerlo sin pagar renta.   
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Rossana Julieta y José Manuel, dijeron que estarían en casa de Gina solamente unos días, pero pasaron años y nunca salieron. Se mudaron con sus 6 hijos, 2 perros, 2 gatos, un loro, un mono araña,  3 autos, 30 macetas y todos sus muebles. La casa de Gina quedó hacinada.
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En algunas fiestas familiares, Rossana Julieta tomaba unos tragos, lloraba y decía que deseaba tener una casa propia, porque sus hijos estaban acostumbrados a vivir con lujos y comodidades. Eran tres hijos y tres hijas que Dios les había enviado, en forma alternada un hijo, una hija, un hijo, una hija; sucesivamente. Los hijos heredaron el gusto por el alcohol, el cigarro, el ocio, usar lenguaje vulgar y  trabajar poco o nada.
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La casa de Gina tenía en la parte posterior un pequeño patio con 2 árboles de guarumbo, 2 árboles de mango, 2 de nance, 2 de Tepezcohuite, 3 de guanábana, 2 de marañon, 3 de papausa, 2 paternas, 1 de chicozapote, 1 de caimito, 2 de limón, varias plantas de plátano, chile y cerca de un centenar de ornato. Todas estas plantas fueron padecieron las consecuencias de la invasión que sufrió su casa por parte Rossana Julieta y su familia. 
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El viento movía suavemente las ramas y hojas de los árboles de mango, tepezcohuite, paterna y demás. Parecía que estos árboles acostumbrados a curar a las personas de enfermedades como  Chikungunya, hipertensión, diabetes, diarrea y otras, así como a curarlas de quemaduras y cortadas; también deseaban sanar a la familia de Rossana Julieta, entregada casi de tiempo completo al festejo,  el trago y la jactancia.
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Las compasivas miradas de las hojas de los árboles fueron ignoradas, como fueron ignoradas las luces enviadas por la luna y las estrellas, que se preocupaban por ellos. La familia de Rossana Julieta no tenía tiempo para sentir el amor de los árboles y el cielo. Como alguna vez dijo el poeta Quintanarroense Domingo Argüelles: habían aprendido de las rocas, su insensibilidad.
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Quizás aprendieron del poeta Rubén Darío, que en su poema "Lo fatal" dice: Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo; ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
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Así recuerdo esta historia sobre mi paisana Rossana Julieta, chiapaneca descendiente de italiana. Cuya remembranza ha quedado escrita en mis relatos sobre mi Soconusco. Miles de historias que sucedieron en esa tierra de inmigrantes. Tierra pródiga donde se aprende a percibir la ternura de los árboles, la música de sus hojas con el viento y los procesos incansables que suceden en el interior de sus tallos, hermosas esculturas.
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Paraíso inundado con ternura día y noche. Territorio  donde besa y enamora el agua, el aire, las lluvias y tormentas. Sitio para vivir inmerso en sus ríos y cascadas. Para amar sus exóticas selvas, frutos y flores; y volar como sus aves de múltiples colores. Para sentir la intensidad del mar abierto y turbulento, el sol vivo y calor húmedo en todo momento. Para reflexionar escuchando el croar de las ranas y el zumbido de las chicharras. Y también para construir sueños o simplemente para subsistir gracias a la bondad de su naturaleza.
Rossana Julieta tuvo grandes ilusiones sobre su porvenir, confiaba en lo pródigo que es el Soconusco, pero ni la fuerza del trópico puede vencer al ron.

Soy jaguar libre, no domesticado, vivo y dejo vivir.  No soy el rey de la selva; soy jaguar, esclavo de la libertad.