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Una foto, mil palabras Ronda DICIEMBRE 2015

Publicado por anittaa, 29 de Noviembre de 2015, 11:04:55 AM

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anittaa

Una foto, mil palabras - Ronda DICIEMBRE, AÑO 2015


Objetivo
Escribir un texto basándose en la foto propuesta, trabajar conjuntamente los textos publicados y elegir un texto ganador de la ronda

Reglas
Se pueden publicar hasta dos textos por usuario.
El texto puede ser cuento, prosa poética, poesía, etc.
El tema del texto es libre, pero debe estar basado en la fotografía propuesta
El texto debe tener una longitud máxima de 1000 palabras, sin contar el títuloCada texto debe tener un título.·
Antes de publicar, se recomienda revisar gramática y ortografía. Para verificar que el formato sea el correcto conviene Previsualizar antes de publicar.·
La votación la pueden realizar los usuarios que hayan comentado, al menos, los cuentos elegidos (o los comenten al momento de votar).
Al votar se eligen dos textos, al primero se le otorga dos puntos y al segundo un punto.
Si al finalizar la ronda de votación se produjera un empate, durante la siguiente semana se desempatará.·
El autor del cuento ganador propondrá la fotografía a usar en la ronda siguiente.

Cronograma
Veremos como va fluyendo la ronda y en base a eso se pondrán las fechas de cada etapa.

La foto elegida por Lidyfeliz es:




Hubiera juntado mi vida para dártela ...

CraigBale


claudyo

 HECHO III

Esta vez es una casa humilde, en una calle de tierra, con techo de chapas. Ya toda la cúpula policial sabe que estoy a cargo de investigar a "los muertos del corazón", que por suerte no han trascendido a los medios.
Los suboficiales que están adentro me informaron lo de siempre, con su desinterés habitual; nunca son los mismos los que llegan primero, pero siguen las directivas básicas y no se molestan más que en esperar a los jefes. Me dicen que la mujer tenía cincuenta y tres años, esposo y dos hijos adolescentes, que al volver de la cancha encontraron todo cerrado y tuvieron que romper el vidrio de una ventana para entrar.
Voy marcando los domicilios en el Street View, buscando un patrón; al perseguir a un asesino serial se junta mucha información y con tiempo, un análisis exhaustivo y algo de suerte, se puede predecir su próximo movimiento y hacerle una ratonera, o un exorcismo.
Cuando llegue calculo que voy buscar la foto, sacar las propias y confirmar lo de siempre; en a lo sumo media hora volveré y empezaré a sacudir las neuronas en la oficina.
Al entrar, durante tres segundos, veo lo esperabable: un ambiente bastante grande, tipo living-comedor-cocina, con un pasillo al fondo a la izquierda, donde está el cadáver. Pero giro mi cabeza a la derecha y veo una enorme biblioteca ocupando todo una pared, llena de libros. Solamente libros. Me hubiera sorprendido menos un marciano saludándome mientras bailaba un tango.
—Señor, disculpe, estoy acá para averiguar qué pasó, veo que leen mucho.
—Mucho gusto, ¿usted es policía?
—Si, perdón, perdón, lamento su pérdida y tener que molestarlo. Mi ansiedad por agarrar al que hizo esto a veces puede más que mi educación, Nuevamente perdón. Pero necesitaría revisar todo eso, puede haber pruebas escondidas. ¿Leen todos los días?
—Está bien, revise, si quiere lléveselos todos. Le dije a ella que esas lecturas raras no eran buenas, pero no me hacía caso. Le había prohibido leer enfrente nuestro, pero estaba cada vez peor y llenó todo ese mueble, antes ahí había cosas lindas.
—Bueno, gracias, no lo molesto más por ahora.
Empezamos a buscar; el Sargento de mi grupo por la derecha y yo por la izquierda. Primer página y ya encuentro la foto; simultáneamente escucho: "Jefe, acá está la foto".


Dos días en la oficina prestada, haciendo inventario, leyendo y armando "la película"; esta es la parte de mi trabajo que amo u odio, sin intermedios.
Resumen: trescientos sesenta y cinco libros con una foto cada uno, en secuencia, que una vez colocados en un visualizador de imágenes, permiten ver a las tres víctimas, paradas una al lado de la otra, formando círculos en el aire; la primera lo hace con el brazo izquierdo en sentido horario, la segunda con su mano derecha en sentido antihorario y la última con los dos dedos mayores hacia arriba (si, ése gesto), con una mano girando en cada sentido. Cada trayecto deja un halo difuso, de vapor o algo así. Están delante de la biblioteca y en cada foto los libros que se pueden ver están colocados en un orden distinto, no hay dos configuraciones iguales. Están desnudos, y se les vé el agujero en el pecho que llega al corazón. No se observa sangre ni el cono de cuerpo faltante. Tienen la piel grisácea, sus gestos adustos, las miradas vacías.


Ya chequeé: tenemos trillizos. Por orden de aparición: "El cantante de gospel", de Harry Crews; "Cándido", de Voltaire; y "La exhibición de atrocidades", de J. G. Ballard. Todos de la misma editorial y fecha de impresión, en las tres viviendas. De la última me traje ciento cuarenta y cuatro encuadernaciones de artículos de Internet, con tapas de sagas juveniles y series de aventura; bastante trabajo para ocultar a la familia de la fallecida, pero que estaban ahí para que me los lleve. El contenido de las impresiones era todo lo que los peritos a los que consulté y yo buscamos en línea en relación a los asesinatos. Tutoriales para editar imágenes, trucos de ilusionismo, anatomía, láseres, criogenia, superconductividad, espiritismo, seres de luz, extraterrestres, psicología criminal, metafísica, hipnosis. Y mucho más.
Al material inédito me dedicaré ahora, aunque me estén llevando de las narices; será un terreno lleno de trampas, pero no puedo dejar pasar el desafío. Ya está a mi favor la soberbia del adversario, que lo lleva al exhibicionismo y a la burla sobradora. Me voy a deshacer de mi instinto y analizaré cada palabra con rigor y frialdad. Cualquier problema es matemático; formularé ecuaciones y despejaré incógnitas hasta obtener el resultado correcto. Hay que ir al hueso.
En las películas dicen que no hay crímen perfecto, pero es todo lo contrario. En la práctica hay mucha impunidad, limitada en algunos casos a privar de la libertad ambulatoria al delincuente, pero yo aspiro a más. Voy a penetrar en cualquier tipo de inteligencia que sea contra la que lucho, y la venceré integralmente, a todo nivel. Construiré una cárcel ideal, donde sólo pueda retorcerse a sí misma, mientras su masa corporal esté contenida detrás del tipo de rejas que sean necesarias usar o inventar.

Lidyfeliz

HECHOS III: Bueno, bueno, CLAUDYO y aparecen los asesinos seriales nuevamente. Es un tema que me atrapa, y no pierdo película o serie que lo trate Me gusta seguirte en la investigación, aunque por momentos me perdí y se me quedó un poco nublada la biblioteca. :questioned:  Pero entiendo que era un accidente en la historia.
veo lo esperabable:No sé qué quisiste decir, lo siento.
"En esta época que nos ha tocado, resulta difícil afirmar que haber vivido es mejor que no haberlo hecho" Kenzaburo Oé
http://www.escritosdemiuniverso.blogspot.com
http://www.evolucionarnos.blogspot.com

claudyo

Uy, parece que dí demasiadas cosas por sentadas. Me interesaría saber la parte en la que te quedaste nublada, así corrijo. Gracias Lidy, cualquier crítica es bienvenida.

Lidyfeliz

#5
LA BIBLIOTECA DE FITO
Claudita tenía una biblioteca. Desde que terminaron el primer grado se habían visto varias veces. Ella vivía cerca de la escuela, fuera de la Villa y esa tarde, cuando lo vio pasar lo invitó a tomar la merienda. Los libros de colores estaban parados como soldados, sin miedo a caerse, sobre una madera pintada de verde. Una semana atrás, el papá la había colgado de la pared sobre la mesa donde "la" Claudita hacía los deberes. Dijo que así no estarían todos mezclados y en peligro de irse al piso y desarmarse.
             Fito sintió un calor parecido al de aquella vez en que otro chico le mostró su pelota nueva. Esa vez, cuando se lo contó, su mamá le dijo que era muy feo envidiar. Ahora, de nuevo, le fue imposible evitarlo. En su casa no había un papá que le colocara el estante de madera. Además, tenía solamente cinco libros y nunca los había leído. Cuando la tía Pocha le preguntó qué quería para su cumple de once, sin pensarlo demasiado le dijo: libros. Ya pensaría después cómo hacer su propia biblioteca para ponerlos.             
De noche empezó a soñar con páginas de colores, historias sobre caballos y jugadores de fútbol, árboles que eran serruchados para convertirse en tablas largas que apilaba al costado de la casilla. A la tarde, cuando terminaba de "ayudar" en la verdulería, no salía a jugar con sus amiguitos como antes. Caminaba por todas partes buscando algo que le sirviera. Encontró dos cajones de tomates y dos de manzanas y los escondió abajo de la cama. Dibujó en un papel los cuatro rectángulos uno al lado del otro, uno sobre otro, dos y dos. No podía decidir cómo quedarían mejor. Los imaginaba pintados de verde y llenos de libros.
              Un sábado vino un señor a arreglar tres chapas. Fito le preguntó si también podía clavar unas maderas. El hombre pensó y le dijo que era una tarea fácil pero había que saber hacerlo. Le preguntó cuánta plata tenía. Fito se encogió de hombros. Si te dejás tocar, no te cobro. Se dejó.
              Cuando la mamá volvió de trabajar, casi de madrugada, vio un mueble hecho de cajones en la pieza-cocina que compartía con su hijo. El sonreía y lloraba al mismo tiempo mientras le explicaba que era para poner sus cinco libros y los que la tía Pocha le iba a regalar. ¡Qué estupidez! ¡Tras que no hay lugar, encima vas a poner un armatoste! Al final lo voy a usar para poner la ropa. Fito acomodó sus libros enseguida, no fuera a ser que mamá cumpliera con su amenaza. Y se durmió, dolorido pero contento.
              Faltaban diez días para su cumpleaños. Le costaba dormir. Quería que las maderas estuvieran pintadas, pero no sabía cómo hacer. Se acordó de que en primer grado la maestra había enseñado a recortar figuras y pegarlas cubriendo toda una lámina. Pensó que así resolvería el problema de forma barata. Juntaba todas las revistas que encontraba en los tachos de basura. Además, le pidió a la Selma la peluquera y al carnicero don Lalo todas las que tuvieran para darle. Recortó caras de señoras, autos, animales, mujeres que mostraban ropa, flores, árboles, un avión, números, hombres en calzoncillos, fotos del campo.
              Trabajó durante tres días. Al cuarto, y antes de que su mamá volviera del centro, hizo engrudo y pegó, en la parte de afuera de los cajones, todas las figuras. Cuando terminó eran las 4 de la mañana y sintió calor otra vez, pero ahora le parecía que el corazón se le iba a escapar del pecho.  No era pintura verde pero todo había resultado divertido y original. Al llegar, la mamá lo vio parado muy orgulloso junto al mueble. Se rió y Fito notó un poco de ironía cuando dijo ¡Qué belleza! No importaba. Podía tocar los cinco libros mientras estaba en la cama. Claudia le hizo un cartelito con lápices de colores que decía BIBLIOTECA DE FITO y lo clavó con dos chinches en la madera. Era buena Claudia. Y no había otra más linda.
              Cuando llegó su día no tuvo torta, pero la tía Pocha cumplió con lo prometido. Le trajo tres libros de cuentos nuevos y dos muy ajados y grandes, de color amarillo y tapa dura que ella atesoraba desde chiquita. Todos los días Fito los acomodaba de diferente manera. Y antes de dormir, alargando el brazo y con cuidado apoyaba sus dedos hasta que la mamá apagaba el farol. En la oscuridad, se estiraba y olía las tapas. Antes de irse los acariciaba como si fueran muy frágiles. Le gustaba imaginar que por la tarde lo iban a estar esperando como hacen los perros con sus dueños. El no tenía perro. El tenía libros.
              En la villa se corrió la voz de que Fito tenía una biblioteca. Los chicos, curiosos, quisieron conocerla y él tuvo una idea. Si le regalaban cualquier libro, podrían verla. No hacía falta que fuera nuevo. Al mes tenía cuarenta y ocho libros, todos suyos. Después se le ocurrió que si prometían tener cuidado, podía prestarlos a cambio de monedas o comida.
              A partir de ahí, en la pieza siempre había huevos, pan y mermelada. A la mamá le daba miedo que hubiera tantos chicos dando vueltas entre sus pocas cosas, pero le gustaba tener comida de regalo. Un domingo Claudia le estaba leyendo por tercera vez La isla del tesoro, Fito se animó y le dio un beso.  Se hicieron novios.
              Con las monedas que juntaba compraba otros libros. Ayudado por ella y temblando puso su nombre en la primera página de cada uno. Sabía de memoria quién se había llevado qué libro y cuándo reclamarlo.
              Su mamá no lo había mandado a la escuela después del primer grado. A los 15 años, con sus libros y la ayuda de Claudia, Fito podía leer de corrido. A los 24 terminó la primaria en una escuela nocturna. A los 27 la secundaria y a los 30 era bibliotecario.
                   



Post unidos: Noviembre 30, 2015, 16:52:47

Me pueden decir si llegó mi cuento? No lo encuentro por.ningún lado; LA BIBLIOTECA DE FITO

Post unidos: Noviembre 30, 2015, 16:54:19

Me pueden decir si llegó mi cuento? No lo encuentro por.ningún lado; LA BIBLIOTECA DE FITO

Post unidos: 30 de Noviembre de 2015, 07:55:26 PM

Ya lo encontré pero ahora se escapó el comentario para Claudyo. Si no aparece en 2 días, vuelvo a publicarlo. Hay que darles tiempo a los investigadores para reunir las pruebas jajaja
"En esta época que nos ha tocado, resulta difícil afirmar que haber vivido es mejor que no haberlo hecho" Kenzaburo Oé
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claudyo

El nuevo estilo del sitio quedó muy lindo, pero complicó el tema de la publicación y se pone lento o se corta bastante seguido. Bien por tu cuento, Lidy; para tu estilo, es larguísimo. La dura vida del pobre, luchando contra el entorno, está muy bien hecha, me gustó la historia.

Lidyfeliz

#7
CLAUDYO: Lo que no comprendo es el tema de que en 365 libros aparezca una sola foto en cada uno y de ahí el investigador reconoce a 3 víctimas en distintas posiciones. No me doy cuenta. Lo siento.

Post unidos: 01 de Diciembre de 2015, 03:11:24 PM

EL LIBRO
Estaba reordenando mi biblioteca. No es nunca una fácil tarea, se los puedo asegurar. Al mismo tiempo es una larga serie de descubrimientos, de hallazgos; tantos libros comprados y aún no leídos; otros atesorados desde la niñez; los especializados y técnicos; las novelas pasatistas; los que me abren la conciencia (como el zen, las enseñanzas sufíes); los de poesía que guardo más porque sus autores me los han regalado que por los poemas en sí mismos; los de arte, invaluables y amados, y los de narrativa escritos por los grandes de la literatura: imprescindibles en toda biblioteca que se precie, como la mía. Todos desparramados en el piso, listos para ser colocados en su preciso lugar.
Un libro había permanecido solitario en un estante alto, en espera. De lejos, no reconocí su tapa ni sus colores. Me acerqué para tomarlo y aparté mi mano con rapidez: estaba cliente como un ladrillo al fuego. No se dejaba, me eludía, se negaba a ser movido. Me subí a la pequeña escalera que tengo en el cuarto de lectura y sin tocarlo vi el título: LIBRO DE LAS PALABRAS INVISIBLES. Tomé la gamuza con que estaba sacándoles el polvo del tiempo y lento, lento, fui acercando mi mano. Libro desconocido... ¿Cómo llegaste aquí?, pensé. Pude tomarlo sin quemarme. En la soledad del estante, sin el arrullo de los demás, se estaba enfriando de prisa. Lo abrí en cualquier página: blanco, sólo blanco desde la página 1 hasta la contratapa. Únicamente las palabras góticas en la tapa eran doradas, talladas, bellas.
Qué sentido tenía todo eso, no lo sabía. Me senté en el sillón. Me pregunté quién se había molestado en regalarme eso, o en qué librería de viejo lo había comprado y nunca abierto.
Miré la primera página detenidamente. Después de colocarme  los anteojos y ante mi vista, comenzaron a aparecer palabras que relataban exactamente lo  que había estado haciendo desde esa mañana: "Estoy reordenando mi biblioteca. No es nunca una fácil tarea, se los puedo asegurar" y de esa manera, seguía hasta volver a la primera línea nuevamente. Leí la siguiente página y apareció: "Hoy me levanté con ganas de escribir". Seguramente era la página de mañana. Al tercer día lo comprobé.
Aún no puedo saber si lo que yo leo en el libro es lo que voy haciendo o si es él quien dicta mi vida.







           
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claudyo

Gracias, Lidy, voy a ver si lo aclaro. Serían 365 fotos casi iguales entre sí, con una pequeña diferencia entre ellas, como los fotogramas de una película, que son casi iguales; en un segundo de película hay normalmente 24 fotogramas y si los vés por separado, son prácticamente iguales. Acá habría una película de unos 15 segundos donde se vé a las tres víctimas paradas una al lado de la otra formando los anillos de vapor (o lo que sea), cada uno de distinta forma.
El libro: Excelente Lidy, muy buena idea y una hermosa forma de desarrollarla. Te felicito

Lidyfeliz

Muchas gracias, Claudyo. Ahora me queda más claro.
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anittaa

Hubiera juntado mi vida para dártela ...

wallp

El libro del hombre de negro

Cuando Evaristo sintió caer desde el cielo diminutos fragmentos blancos y grises, cerró la contratapa del libro y dejó el ejemplar a su lado, en el banco de la plaza. Luego, un  hombre con sobretodo y sombrero oscuros corrió desesperado hacia él. La urgencia del desconocido acercándose le hizo tomar conciencia de lo que había hecho. Estaba condenado.

Su condena había comenzado meses atrás, cuando llegó a este pueblo para cambiar de vida. Su salud empeoraba, a nivel físico y mental, y le habían recomendado vivir cerca de las montañas donde obtuviera tranquilidad y pudiera respirar aire puro. Un día de la primera semana, cuando las cimas de las montañas comenzaban a oscurecerse, entró a una librería. Husmeó diferentes libros sin sentirse atraído por ninguno, dejándolos pasar uno tras otro como si fueran negocios de ropa en la calle principal. Hasta que tomó «ese» libro en sus manos. Era de tapa dura y color bordó, con diminutas letras de oro. Ignoró las leyendas exteriores para hojear el libro. Lo atrapó de inmediato. Lo que leía era una autobiografía y se identificó rápidamente con el personaje. Avanzó casi un capítulo sin parar, olvidando donde estaba y hasta quien era: sólo la realidad del libro lo circundaba. El primer capítulo terminaba comentando, advirtiendo o amenazando: «...cuando esta historia llegue a su fin, mi vida y la del lector terminarán juntas». Una brisa fría y seca recorrió su espalda y luego como un aplauso o como un portazo se oyó al libro cerrarse sobre sí. Evaristo lo dejó rápido y desprolijo en el estante y corrió hacia su casa dejando atrás más interrogantes que adoquines en las calles.

Llegó a su hogar agitado; el corazón parecía saltar en su pecho; la garganta dolía con cada respiración: el fantasma de los ataques de asma y los paros cardíacos había vuelto. Sin respuestas para las absurdas preguntas de por qué lo enamoró ese libro, de cómo él podía creer lo que el autor por capricho escribió y de si realmente el frío que sintió era la muerte que pasó a su lado, decidió no leer esa obra, no comprarla ni volver a hojearla.

Pasó varios días abandonado en el letargo de la enfermedad y la fatiga. Y no podía dejar de pensar en el libro, en la historia de vida de ese autor, que podría ser la suya. Sentía que sin conocer los siguientes capítulos estaba muerto. Y si leía el libro también estaría muerto, al final. «¡Si todos en algún momento moriremos!», decía para conformarse. Pero con esa fuerte identificación con el personaje y sabiendo que la vida de ambos terminaría al mismo tiempo, ¿encontraría en la lectura, además, datos sobre qué sucedería entre el momento actual y el de su muerte, el del final del libro?

Con la excusa de recorrer nuevas zonas del centro del pueblo salió nuevamente. Engañándose a sí mismo pasó por la librería. Desde la vidriera comprobó que, a lo lejos, en el estante, el libro seguía disponible. Respiró hondo y siguió su camino. Resistió la tentación de comprarlo, pero íntimamente sabía que en algún momento iba a ceder a la curiosidad, al conocimiento, al ímpetu de vida, y de muerte.

Tres vueltas a la manzana hicieron falta para que tomara la que, según él, era la decisión más importante de su vida. Entró al negocio y a la velocidad con que se compra cigarrillos salió con el libro entre manos. Caminó demasiado erguido, llevando el libro bajo el ala de un brazo y sosteniéndolo con la otra mano. No había veredas ni calles ni esquinas, sólo imaginaba diferentes posibilidades para el final del libro y de todo. Fantaseaba con ese momento como un hombre imagina su encuentro amoroso.

Dejó el libro sobre la mesa y preparó su cena. Comió con inhabitual lentitud; lavó los platos y cubiertos; se duchó y secó hasta que finalmente se acostó en la cama, desnudo. Como todo abrigo y mortaja se envolvió en la sábana blanca. Antes de estirar la mano hacia la mesa de luz, rezó. Necesitaba una santificación, o una protección, creer en algo. Comenzó con un Padre Nuestro deteniéndose, remarcando y hasta repitiendo algunas partes: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo». Siguió con un Ave María, «...ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Ya relajado tomó el libro y leyó. Se sumergió en el sueño literario y comenzó a vivir la vida del autor o a darle sentido a su vida. Las páginas pasaban indefectibles como los minutos y la historia crecía y el sueño continuaba. Hasta que una punzada lo despertó de golpe y sintió el eco de lo leído retumbar en su mente: «el lector morirá conmigo». Saltó de la cama y enredado en las sábanas se quedó mirando el libro que sonreía sarcástico en sus hojas entreabiertas.

Otra vez las palpitaciones, otra vez el corazón martillando. La angustia lo empujó a terminar con todo. Decidido, tomó el libro y con ambas manos lo llevó hasta el hogar a leña y lo quemó. El fuego devoró cada hoja y escupió cenizas al aire.
Los días se llenaron de incertidumbre. No sabía cuándo sería su muerte, pero tampoco sabía qué hacer con su vida. No salía de su casa y no hacía otra cosa que pensar. Se sentía dominado y quería cambiar la situación. Su única salida era ser más fuerte, pensó. Entonces, caminó ansioso hasta la librería con la esperanza de que hubiera otro ejemplar. Lo compró y, relajado, volvió pensando en que tendría el libro a su disposición y elegiría no leerlo: sería su forma de demostrar poder.

Funcionó al principio, pero la curiosidad lo sucumbía cuando en la radio oía el pronóstico del tiempo mientras mentalmente divagaba en el libro; o cuando en la noche se levantaba a tomar agua y en realidad su sed era de lectura. En la lucha de poder que estaba jugando decidió dar un paso más: leería diariamente un pequeño fragmento, uno o dos párrafos, y alargaría así su vida y la llegada de la muerte. ¿Era una forma de engañar al autor? ¿Al libro? ¿A él mismo?

La estrategia fue un éxito. Cada día leía tres párrafos y repetía la lectura. Al día siguiente volvía a leer el último párrafo del día anterior antes de los dos nuevos. Su vida recobró sentido. Inició las caminatas diarias por el bosque, que eran el objetivo de su estadía en el pueblo. Siempre finalizaba en la plaza donde repetía el ritual de lectura.


Pasaron dos meses. Cambió el calendario y el clima, cambió el paisaje y la gente, pero algo permaneció inmutable, la rutina de Evaristo leyendo en la plaza sus tres párrafos al atardecer. Así fue que leyó «cuando desde el cielo caigan las cenizas del destino quemado sabré que la negra muerte vendrá a buscarme». La siguiente página estaba en blanco. La otra también. Alrededor de cincuenta páginas más  -las últimas- estaban vacías. Con estupor y los ojos llenos de lágrimas contenidas desde hacía semanas cerró el libro y lo dejó a su lado. Fue entonces cuando comenzó a caer algo que parecía nieve pero eran cenizas y el hombre vestido de negro se acercó hacia él.




_

Lidyfeliz

Buenísimo cuento, Wallp, con mucho suspenso muy bien escrito. El tema me encantó y me llevó a imaginar que pudiera existir un libro así, con ese poder sobre la vida y la muerte del lector. Perfecto. Te felicito.
"En esta época que nos ha tocado, resulta difícil afirmar que haber vivido es mejor que no haberlo hecho" Kenzaburo Oé
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Victoria Lorenzo

Me paré y observe sin expectativa alguna la galería de libros que se desplegaba frente mío. Best Sellers, libros de dietas y prevención de enfermedades. ¿La literatura corría peligro? Pues en aquel sitio donde vivía, enfáticamente sí. En un rincón y el siguiente, abundaban álgebra y algoritmos. Qué hacer, dónde ir, donde buscar esos símbolos que plasmaran la contingencia que se pretendía ocultar, donde detenerme, perpleja, ante juegos de paradojas y metáforas, esos recursos tan olvidados.
Ya nadie tomaba riesgos. Comprometerse es peligroso, y el peligro debe evitarse. "En este pueblo, buscamos seguridad" clamaban los muertos vivos, modo que me gustaba llamarlos.
Tal vez convertirme en uno de ellos facilitaría alcanzar mi sueño de amanecer algún día en algún otro lugar. Engañada quizás, por lo humano de creer que siempre allá es mejor que acá.
Pero no: sería un distinto entre ellos. Confiaba. Veía la angustia en su mirada. Esas ganas reprimidas de perseguir lo que sus cuerpos a gritos les clamaban. Despierten, hombres niño, su mirada me lo hizo saber. Perder eso que me hizo esclava durante una vida.

Chicos DISCULPENME POR ESCRIBIR!! Se que esta muy mal escrito esto pero tenia muchas ganas de participar. Besitos. Prometo ponerme a leer y mejorar

Lidyfeliz

Victoria:no hay nada que disculpar. Cómo creés que los demás comenzamos a escribir? Equivocándonos. Y corregir, corregir y corregir. Respecto a esta tarea, que es quizás la más importante del acto de escribir, te aconsejo que releas el texto a conciencia. Acentos, concordancia de tiempos pasado y presente, concordancia de verbos con terminaciones verbales, etc. Complican un poco la lectura, pero te concedo que la historia es interesante y tiene muchas posibilidades. No dejes de escribir y enviar tus textos. Es la única forma de aprender y dejarnos conocer tus ideas y creatividad. Un abrazo. Lidia
"En esta época que nos ha tocado, resulta difícil afirmar que haber vivido es mejor que no haberlo hecho" Kenzaburo Oé
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